viernes, 23 de mayo de 2014

El buen salvaje



Llegué a creer que la felicidad

no es un asunto de los seres humanos

Y le llamé conocimiento

a una escarcha diaria y contagiosa

cuyo nombre es claudicación


Por todas partes me nacían camaradas

Veían grandeza en mi preocupación

llamaban madurez a mi infortunio

La miseria siempre ha gozado

de un raro y comunal prestigio


Ahora, cuando tu piel me dio el coraje

para agredir a la resignación

y bramar por la dicha en medio de las plazas


seres, instituciones, todo

me rehúye o me segrega

todo se aparta de mi lado, hiedo

Soy un peligro público que expande

la pestilencia de la libertad



Félix Grande. Las rubáiyátas de Horacio Martín. Lumen, 1978.

Imagen: Jean-Léon Gérôme. Diógenes, 1860.

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