domingo, 25 de mayo de 2014

Me lo creo todo



Yo me lo creo todo,

como hombre bien nacido:

que aquel era mi padre

–quién sabe

quién era su padre–,

que este es mi amigo

–y quién era su amigo–,

que mi madre era mi madre,

que mi hijo es mi hijo

–quién sabe–.

Me lo creo, me lo creo:

que cumplo con el deber

cuando sacrifico

mi tiempo, mi pensar,

mis sentidos

para que a todos nos domine

el orden establecido

–quién sabe

quién lo ha establecido–,

que mi madre me torturaba

por mi bien, que por mi bien

moriré, especie de malditos.

Que éste es una autoridad,

que aquél es un obispo

–qué es un obispo–.

Me lo creo, me lo creo,

me trago

todo el bolo alimenticio.

Aplaudo todas las leyes,

me creo todos los mitos,

que estoy lleno de mierda

y los demás están limpios.

Me creo todas las órdenes,

todos los desatinos,

la historia entera me creo

–la historia

de los asesinos–.

¡Ay, verdad, ay, quién te ve

y quién –ay– te ha visto!

Me lo creo, me lo creo:

decidme lo que queráis

de los griegos, de los ingleses,

de los turcos, de los indios.

Cumplo con el primer deber

de todo bien nacido

en esta especie de monstruos:

engañarme a mí mismo.



Jesús Lizano. El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia. Virus, 2009.

Imagen: René Magritte. El reconocimiento infinito, 1963.

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