No se miran ni son animales.
Vienen del río de la vida
y son señor y señora de agua.
Berrean saturados de antiguo testamento.
Se huelen y en la punta del alma
reconocen un sabor
que la naturaleza fabrica en serie.
Se aprietan entre sí como las flores
del efímero mes de mayo,
con la fragilidad de los sábados en guardia.
Se husmean sabiéndose marchitables.
Se horadan con el grito de los gallos
que atraviesa tumbas,
el que llega de memoria
hasta aquí mismo
y me hace cerrar los ojos.
Se lamen. No pueden pronunciar
sus nombres. Ni sonreír.
Ni pensar en mañana.
Que es el tuyo o el mío,
pero no el de ambos.
De ellos no salen palabras,
sino agua.
Y esos sonidos
que la naturaleza fabrica en serie.
María Ángeles Maeso. Basura
mundi. Huerga y Fierro, 2008.
Imagen: Dorothea Lange. California, c. 1930
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