Se me olvidaba el don de la palabra.
Para lo que tenemos que decir –“adiós”,
“amén”-, qué más da estarse hinchado como un sapo
de renuncias. Al fin y al postre, nada
merece ya la pena si vivimos
a cuatro pasos de la cárcel.
Toda
la libertad anda tan vigilada,
tan cerradita en cánones de miedo,
que mejor así, con los labios sellados
como de vivomuerto que oye lejanamente el vago
rumor de la agonía, mas que no se decide
a tumbarse, por último.
“Una
cicatriz”.
“Lleva, buen hombre, como una cicatriz
en la boca”. Y yo la hago
más profunda, callándome.
Vedla y tomar ejemplo
confuso de lo que le puede
quedar a un hombre que con su verdad
quiso hacer verdades que valgan.
Cerrado, solo,
vive un poeta entre muros eternos:
su propio miedo y el de oscuras leyes.
Cerrado, canto con el vientre. Sólo
con el vientre. Adiós. Dejadlo. Adiós.
Y paz. Adiós. No nos cansemos.
Gaspar Moisés Gómez. Sinfonías concretas. Diputación Provincial
de León, 1970.
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