A
Oliverio Girondo
Es la caspa.
Su caspa.
La caspa madre,
la caspa inmemorial,
la caspa apelmazada en costras
de amarillas escamas y postemas de sangre,
la caspa seborreica de sagrados principios,
de valores eternos,
de gloriosos
destinos,
la caspa pertinaz, la caspa negra,
la sumarísima caspa
que agarrota vilmente la frescura,
que sepulta en cunetas las ideas,
y que siembra de cal
a la esperanza.
La caspa nacional,
la caspa grande,
la caspa una,
la purísima caspa inmaculada,
la caspa escapulario de fanfarria y peineta,
la caspa genuflexa, encharolada,
la sempiterna caspa chicha
de barbarie y vacío.
La caspa.
¡Sí! Es su caspa…
la caspa impenitente
que regresa del fondo cavernario
embozada de fiesta,
la caspa rediviva,
sin complejos,
con sus galas azules,
sus fatuos abalorios,
sus feroces blasones,
la caspa refractaria,
alucinada,
con su tufo a podrido,
con su ajuar de mortaja,
con su sebo de muerte.
Conrado Santamaría
Imagen: Ramón Masats. La actriz Jane Russell en España,
1960.