¡Ay, Dios mío! Tengo miedo
de haberme vuelto tan histérico para ciertas cosas que ya es que no me van a
aguantar ni las paredes. Me basta con que se me junte, por un lado, en el
rabillo del ojo el tremolar de la más inocente rojigualda, limitándose acaso a
celebrar la cobertura de aguas de una obra, por otro, ya de frente a la pupila,
un cartel de toros de una corrida en Castellón de la Plana todavía chorreando
pegajosos y hasta obscenos goterones de engrudo blanquisucio y, en fin, para
rematar, en el oído cuatro o cinco compases de El gato montés o de Marcial,
tú eres el más grande, allá en la lejanía para que, literalmente, me
prendan fuego cuerpo y alma a la vez en medio de la calle y clame a toda voz,
no sé si al cielo, a la tierra o al infierno, como si fuese mi último suspiro: “¡¡¡Odio
a España!!!” (Os juro, amigos, que no puedo más.)
Rafael Sánchez Ferlosio. Vendrán más años malos y nos harán más
ciegos. Destino, 1993.
Imagen: Martín Santos Yubero
Dos citas tengo subrayadas en ese magnífico libro. Una, la que has publicado, la otra, esta:
ResponderEliminar"(Cura tomado a prueba para subalterno en la Sede Vaticana.)
Por los interminables, resplandecientes mármoles jaspeados, veteados, nubiformes, herrumbrados, broncíneos, fogueados, en trenes de corredores y convoyes de salones, el veloz, rectilíneo, silencioso pedaleo de zapatitos negros permanentemente relustrándose al frote con el flotante, casi levitante, susurrar de la sotana, más reverentemente disminuido en su insignificancia a cada agreste, oronda, asténica, ceñuda, inflamada, envenenada, mazarínea o richeliesca púrpura cruzada, con la sonrisa lela, prieta, práctica del siempre disponible y siempre servicial adulador congénito profundo". Rafael Sánchez Ferlosio
Genial también. La verdad que, si te pones a subrayar este libro o cualquier otro de Ferlosio, no acabarías nunca.
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