lunes, 14 de agosto de 2017

A CIELO DESCUBIERTO



No te vuelvas, amigo, continúa

tu derrota, no escuches mis palabras

tendidas como heridas

a cielo descubierto. Abiertamente,

no me importa la lluvia, los detalles

desdeñables del cielo,

como el frío o la niebla, que se van

como vienen, no me importa tampoco

la soberbia del viento

hinchándose insufrible de soledad y hastío

en plena primavera

de escaparates rotos,

no me importa el estruendo

del tráfico y sus humos,

tan desfiguradores

con su máscara turbia y sus ajadas

cenefas, excrecencia

de un día, no me importan

los ojos de la gente, siempre esquivos,

su paso apresurado por si acaso

en una esquina, de repente, los llama

una palabra

y no encuentran respuesta o calderilla

que respalde su fe o su desespero,

no me importa el olor

de la miseria, a veces bien calzada,

bien peinada y vestida, tan honesta

y versátil que no se reconoce

a simple vista, con su pan

bajo el brazo y el hijo de la mano

y el reloj tan valioso del tendero,

no me importa el amor

que se compra y se vende,

como un par de zapatos en rebajas

o una lata de anchoas o una silla

de ruedas que acarree

el cansancio de un día y otro día

hasta volverse féretro.

Amigo,

no te vuelvas, tú sigue

tu derrota tranquilo calle abajo,

no escuches mis palabras, tú a lo tuyo,

que mi lucha,

aunque nadie me suelte una moneda,

aunque sea invisible ahora en este margen,

mi lucha, ya te advierto,

no está nada perdida y debe continuar.





Conrado Santamaría. La noche ardida. Ruleta Rusa, 2017.

Imagen: Lee Jeffries. Homeless.

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