Es tan sólo un reflejo lo que brilla
en la ciénaga,
arriba de sus aguas,
cabrilleos de luz
que el aire estremecido
hace estallar en chispas
como alondras de oro por el cielo
de una mañana encinta.
Mas luego,
cuando el sol ya se ha ido,
al temblor de las sombras,
las aguas de la ciénaga se opacan
y se hinchan como un cadáver turbio.
Y, allá en el fondo, sordamente bulle
una vida pudriéndose de larvas.
Conrado Santamaría. La
noche ardida. Ruleta Rusa Ediciones, 2017.
Imagen: Alfred Kubin. Der
Tümpel, 1905.
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