No importa que me niegues el saludo.
Nos hemos visto en Zara. Lo sabes. Lo sabemos.
No intento delatarte. No te asustes.
Es algo entre nosotros.
La mafia nos protege
a costa de ser ciegos, de ser sordos y mudos.
Debemos masticar hasta la nada
la incógnita del miedo. Y sin embargo
– perdón si me
equivoco –
me arañaron a gritos tus pupilas
cuando me viste hurgando en la basura.
Me sangraron tu fobia al enemigo.
Por eso quiero hablarte. La mafia nos engaña.
De pronto, el adversario
somos todos.
Y es tu cruz. Y tu culpa. Por aquí la de todos.
Lo sabes. Es inútil que me niegues.
No busco compasión en los contenedores.
Mañana serás tú. Por eso
quiero hablarte.
Vivir bien causa daños. La mafia los llamamos
daños colaterales
o males necesarios. Pero mira,
se han vuelto daños prójimos.
La mafia nos desahucia.
Rompamos la mordaza. Vociférale al mundo
tu vergüenza. Piensa
que para ser apóstata del voto
de obediencia tendrás
que apostatar también
del voto de silencio.
Primer
paso:
Confiesa que eres miembro de la mafia.
Ritxi Poo. Trampas al solitario. Amargord, 2016.
Imagen: Bruce Gilden. Mafia
Funeral, Nueva York, 2005.
Aúpa Conrado!
ResponderEliminarQué alegría que nos recordemos.
Gracias sin fin.
Abrazos!
Kaixo, Ritxi, un placer recordar los buenos momentos y una alegría verte por aquí. Zuri eskerrik asko eta besarkadak
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