viernes, 15 de diciembre de 2017

MONEDA OBSIDIONAL



Mira esa moneda que ocupa casi

la palma de tu mano,

la distancia secreta

entre tu voz y tu pupila, entre

tu amor y el llanto.

Moneda, ay, tan contante

y sonante que en silencio recorre,

como un escalofrío,

con su cara de niña y con su cruz

de tragedia, la extensión

de tu sueño, el vuelo de tu angustia.

Mírala bien y observa

el brillo de su terco metal, ya gastado y aún bello,

su efigie conocida,

la cifra que veneras.

Y no tiembles y muerde 

con tus dientes curtidos

su dura devoción,

prueba su ley, y ahora,

apretados los ojos

y el aliento

en suspenso como el rodar de un mundo,

lánzala al aire, arriba,

arriba y por encima

del alcázar que en soledad habitas,

del jardín que te envuelve,

del halcón que te caza,

más arriba del muro

de tu ciudad sitiada, más arriba

del grito y del incendio,

del fragor de las armas,

del humo de ti mismo.


Y, al fin, cuando el tañido

del golpe del metal contra la piedra,

menos dura que un corazón apenas,

te anuncie el veredicto,

ya no dudes.

Una última vez vuélvete y mira

tu señorío en llamas,

la tarde ensordecida,

la oquedad estéril que acuña el horizonte.





Conrado Santamaría. La noche ardida. Ruleta Rusa, 2017.

Imagen: Giorgio de Chirico. Pianto d´amore – Ettore  e Andromaca, 1974.

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