martes, 5 de diciembre de 2017

CONSTELACIÓN DE LOS HERMANOS MUERTOS



André al que mataron en Riga,

Darío al que mataron en España,

Boris, a quien yo curé,

Boris a quien cerré yo los ojos.


Querido compañero de dormitorio,

David muerto sin saber por qué

en un dulce jardín de Francia,–

David, tu sufrimiento anonadado

–Seis balas para un corazón de veinte años…


Karl cuyas uñas reconocí

cuando erais de tierra,

vosotros, frente de tan solo pensamiento,

¡Ah! ¡qué hacía la muerte con vosotros!

Ese negro y duro sarmiento humano,


El viento norte, la ola, el océano

hacen zozobrar la barca, los Cuatro, pálidos,

beben la angustia a largos sorbos,

adiós, París, adiós, vosotros,

adiós, vida, ¡ah, Dios santo!


Vassili, por nuestras medianoches blancas,

Tenía usted el alma de un combatiente de Sangay,

y el viento borra su tumba

en Armavir, en el maizal.


Hong Kong se enciende, hora de los rascacielos,

la palmera parece una cimitarra,

la plaza parece un cementerio,

la tarde es tórrida y tú mueres,

Nguyen, en el catre de tu prisión.


Y vosotros, hermanos míos decapitados,

los equivocados, los sin perdón,

los masacrados, René, Raymond,

culpables pero no renegados.


¡Oh lluvia de estrellas en las tinieblas,

constelaciones de hermanos muertos!


Os doy mi silencio más negro,

mi firmeza, mi indulgencia

para todos esos días que parecen vacíos,

lo que me queda de valor,

para una hoguera en un desierto.


¡Pero que se haga silencio

sobre los altos mascarones de proa!

El ardiente periplo continúa,

el cabo es de buena esperanza…


¿Para cuándo tu turno, para cuándo el mío?


El cabo es de buena esperanza.




NOTA:
 
Este poema homenajea y rememora a amigos y compañeros de lucha muertos o desaparecidos trágicamente en el curso de conflictos sociales o en la revolución.

Así su primer amigo de la infancia en Bruselas Raymond (Callemin) y su compañero de militancia anarquista parisina René (Valet), ambos miembros de la banda de Bonnot y muertos trágicamente, el primero guillotinado (1913) y el segundo abatido por la policía (1912).

Especial relevancia tiene la evocación de Darío, en el segundo verso. Se trata del dirigente anarcosindicalista catalán, Salvador Seguí, el Noi del Sucre, a quien Serge conoció durante su estancia barcelonesa en 1917. La impresión que el movimiento obrero catalán, la CNT, la huelga de 1917 y Seguí causaron en Serge fueron impactantes. A ellos les dedicó una de sus primeras novelas, El nacimiento de nuestra fuerza (1930) donde rememora los sucesos de 1917 y Salvador Seguí ocupa un lugar preponderante bajo el nombre de Darío. En sus Memorias, Serge recuerda la impresión que le causó Seguí: …hombre extraordinario, el animador, el jefe sin título, el político intrépido que despreciaba a los políticos. Obrero, casi siempre vestido de obrero que sale del trabajo, con la gorra apretada sobre el cráneo, el cuello de la camisa desabotonado bajo la corbata barata; alto, bien formado, de cabeza redonda, con rasgos irregulares, grandes ojos redondos astutos y maliciosos bajo los espesos párpados, con una especie de fealdad media, llena de encanto al acercarse, y en todo el ser una energía flexible, constante, práctica, inteligencia sin ninguna afectación. Salvador Seguí fue asesinado por pistoleros de la patronal catalana en 1923.

Nguyen, en el catre de la prisión es el conocido dirigente del vietcong y primer presidente de Vietnam, Ho Chi Ming, por aquel entonces encarcelado.





Víctor Serge. Resistencia. Una hoguera en el desierto. El perro malo, 2017. Traducción: Luis Martínez de Merlo. Nota: Francisco Carvajal Gómez.

Imagen: Flores en el lugar donde Salvador Seguí fue asesinado por los pistoleros de la patronal catalana.

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