André al que mataron en
Riga,
Darío al que mataron en
España,
Boris, a quien yo curé,
Boris a quien cerré yo los
ojos.
Querido compañero de
dormitorio,
David muerto sin saber por
qué
en un dulce jardín de
Francia,–
David, tu sufrimiento
anonadado
–Seis balas para un corazón
de veinte años…
Karl cuyas uñas reconocí
cuando erais de tierra,
vosotros, frente de tan solo
pensamiento,
¡Ah! ¡qué hacía la muerte
con vosotros!
Ese negro y duro sarmiento
humano,
El viento norte, la ola, el
océano
hacen zozobrar la barca, los
Cuatro, pálidos,
beben la angustia a largos
sorbos,
adiós, París, adiós,
vosotros,
adiós, vida, ¡ah, Dios
santo!
Vassili, por nuestras
medianoches blancas,
Tenía usted el alma de un
combatiente de Sangay,
y el viento borra su tumba
en Armavir, en el maizal.
Hong Kong se enciende, hora
de los rascacielos,
la palmera parece una
cimitarra,
la plaza parece un
cementerio,
la tarde es tórrida y tú
mueres,
Nguyen, en el catre de tu
prisión.
Y vosotros, hermanos míos
decapitados,
los equivocados, los sin
perdón,
los masacrados, René,
Raymond,
culpables pero no renegados.
¡Oh lluvia de estrellas en
las tinieblas,
constelaciones de hermanos
muertos!
Os doy mi silencio más
negro,
mi firmeza, mi indulgencia
para todos esos días que
parecen vacíos,
lo que me queda de valor,
para una hoguera en un
desierto.
¡Pero que se haga silencio
sobre los altos mascarones
de proa!
El ardiente periplo
continúa,
el cabo es de buena
esperanza…
¿Para cuándo tu turno, para
cuándo el mío?
El cabo es de buena
esperanza.
NOTA:
Este poema homenajea y
rememora a amigos y compañeros de lucha muertos o desaparecidos trágicamente en
el curso de conflictos sociales o en la revolución.
Así su primer amigo de la
infancia en Bruselas Raymond (Callemin) y su compañero de militancia anarquista
parisina René (Valet), ambos miembros de la banda de Bonnot y muertos
trágicamente, el primero guillotinado (1913) y el segundo abatido por la
policía (1912).
Especial relevancia tiene la
evocación de Darío, en el segundo verso. Se trata del dirigente
anarcosindicalista catalán, Salvador Seguí, el Noi del Sucre, a quien Serge
conoció durante su estancia barcelonesa en 1917. La impresión que el movimiento
obrero catalán, la CNT, la huelga de 1917 y Seguí causaron en Serge fueron
impactantes. A ellos les dedicó una de sus primeras novelas, El nacimiento de nuestra fuerza (1930)
donde rememora los sucesos de 1917 y Salvador Seguí ocupa un lugar
preponderante bajo el nombre de Darío. En sus Memorias, Serge recuerda la impresión que le causó Seguí: …hombre extraordinario, el animador, el jefe
sin título, el político intrépido que despreciaba a los políticos. Obrero, casi
siempre vestido de obrero que sale del trabajo, con la gorra apretada sobre el
cráneo, el cuello de la camisa desabotonado bajo la corbata barata; alto, bien
formado, de cabeza redonda, con rasgos irregulares, grandes ojos redondos
astutos y maliciosos bajo los espesos párpados, con una especie de fealdad
media, llena de encanto al acercarse, y en todo el ser una energía flexible,
constante, práctica, inteligencia sin ninguna afectación. Salvador Seguí
fue asesinado por pistoleros de la patronal catalana en 1923.
Nguyen,
en el catre de la prisión es el conocido dirigente del vietcong y
primer presidente de Vietnam, Ho Chi Ming, por aquel entonces encarcelado.
Víctor Serge. Resistencia. Una hoguera en el desierto.
El perro malo, 2017. Traducción: Luis Martínez de Merlo. Nota: Francisco
Carvajal Gómez.
Imagen: Flores en el lugar
donde Salvador Seguí fue asesinado por los pistoleros de la patronal catalana.
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