I
Hay ya tantos cadáveres
Sepultos o insepultos,
Casi vivientes en concentraciones
Mortales,
Hay tanto encarcelado y humillado
Bajo amontonamientos de injusticia,
Hay tanta patria reformada en tumba
Que puede proclamarse
La paz.
Culminó la Cruzada. ¡Viva el Jefe!
El Jefe, solo al fin,
Cierra la puerta, siente alivio.
Solo,
Sin el peso de un mundo abominable,
Sin la canalla que le adora y teme,
Que le adora y detesta.
Es él quien todos alzan para todos,
Y en ellos estribado,
Se aúpa,
Adalid de su Dios.
La victoria es santísima.
¡Sí! Se columbra junto al Jefe a Dios,
Tan propicio a la causa.
Una común empresa los reúne.
¿Cómo entender que un hombre, sólo un hombre
Doblegue a tantos bárbaros unidos
En vientos
De acosos homicidas,
O en grupos de cabezas más agudas
Que ese cerebro acorde a tal fajín?
Fajín hay de Cruzado fulgurante,
Ungido por la Gracia
Del Señor, que es el guía.
Guía a través de guerra
Tan cruelmente justa
Para lanzar un pueblo a su destino.
Destino tan insigne
Que excluye a muchedumbres de adversarios
Presos o bajo tierra:
No votan, no perturban. ¡Patria unánime!
Sobreviven los puros,
De tan puros cubiertos
En el gran sacrificio
Por las sangres malvadas.
Oh Jefe, nunca solo: Dios te encubre.
II
Refulge un orden nuevo
Que se inscribe en mayúsculas: el ORDEN.
La Verdad se desposa con el Régimen,
Está infusa en el Jefe,
Desciende a las cabezas elegidas,
Es lujo de uniformes,
Dirige los fusiles:
Donde ponen la bala está el error.
Apunten fuego.
¡Fuego!
Cuanto más resplandece la Verdad,
Más difuntos la cantan.
Ni un asomo de duda ya se enfrenta
Con esta profusión de condenados.
Donde hay Fe santamente se asesina.
El Jefe
No, nunca se equivoca.
Al revólver del puro no le falla un disparo,
Y la Verdad avanza destruyendo
Por entre tantos brazos y muñecas,
Por entre tantos puños,
Vellosos hacia el sol.
¡Júbilo de camisas! Pueblo sano:
Erige el porvenir, la edad de oro,
Azul de estío azul
Sobre ese laberinto de oficinas,
De negocio entre muros
De una implacable desnudez abstracta.
¿Corruptelas? No importan.
Importa sólo la total justicia.
Y la justica invade.
Sonríen en talleres buenos mozos.
Cara al trigo ondeado por la brisa
Ríen, ríen doncellas laboriosas.
¿Disidente? Ninguno
Que no sea culpable.
Diferir es manchar la gran blancura
De la Historia aclarada.
¿Y el pensamiento bajo su silencio?
Preferible el disfraz.
Mentid.
Mentid
y levantad los brazos,
Los brazos o sus puños,
Y las lenguas. Cantad con energía,
Cantad.
El país es el coro de los coros.
III
CORO DE
BUROCRACIA
La ley
levanta
Frente al oficial cacumen
La
sacrosanta
Letra que todos consumen.
No se interprete la Letra.
Su cuerpo mismo es sagrado.
Si una mente la penetra,
Se nos desploma el Estado.
Requisitos y papeles
Eso es
lo bueno,
Con sus colas de peleles,
Pies en
el cieno.
Cuando un jefe toca un timbre,
Algo nuevo se enmaraña.
Nadie rehúya la urdimbre
De nuestra araña sin maña.
Vale candor
Si alguna vez se estremece
–¡Señor,
Señor!
–que pase el número trece.
IV
CORO DE POLICÍA
Correctos, brutales,
Sutiles, entramos,
Salimos, rivales
De lobos y gamos.
Por nuestras pistolas
Ilustres bergantes
Que viven de trolas
Son más elegantes.
Repertorio fino:
Engaño, tortura,
Muerte en el camino
Más que cárcel dura.
Tal es nuestra dicha
Que hasta el más honesto
Desde alguna ficha
Cae en nuestro cesto.
El Jefe ya sabe
Que es Primer Cruzado
Mientras sea suave
La guarda a su lado.
V
Tan elocuente suena la verdad
Que al universo guía
Con la voz de figuras invisibles,
De figuras parlantes:
Onda en retorno de propagaciones.
¡Estribillo, supremo!
No habrá jamás vocablo
Sin poderío de fascinación
Si la sentencia es falsa, ronda y zumba,
Se va, reaparece
Con ese dulce ahínco de los sueños
Durante la vigilia,
Y el curso de las horas
Más apaciblemente naturales
Serpea
Bajo el sol y la luna.
Y todo se relaja.
El hombre es bueno: cree, cree, cree.
Vocablo tan mascado es realidad.
Tangible.
Hombres buenos: creed, creed, creed.
Y todo se relaja, cede, cae.
¿La impostura es cemento?
¿O el material más fuerte del gran Orden
Va por el aire de la primavera,
Ya música
De los más fabulosos disparates?
No hay más verdad que la vociferada
Por tantos pregoneros
Que miran al oriente de un fajín
Augusto.
¿Aquel semblante escucha?
Un pensamiento al fin sin pensamiento
Corona
La siesta de una oreja adormecida.
¿Qué verdad clausurada no adormece?
No, no difiera nadie.
Y mejor si difiere. Que se humille.
¡Punto en boca! Vencida:
Que todo se deforme
Roído
Por encima de muertos y presos
Y desterrados, todos enterrados.
Canten aún los coros.
VI
CORO DEL PARTIDO
Somos los únicos amos
Del presente y del futuro.
Sin desfallecer lanzamos
La pelota contra el muro.
No hay libertad, trasto viejo.
Poder encumbra al Partido.
Muera el infeliz conejo
Que vaga a solas huido.
Pensamos todos a una
Sobre un desierto compacto
Para que a todos reúna
Como emblema el puro cacto.
Bien acariciada empresa
De largo alcance y botín
Es montura que no cesa
De ofrecernos brida y crin.
Sin desfallecer lanzamos
La pelota contra el muro.
Somos los únicos amos
Del presente y del futuro.
VII
CORO DE
CLERECÍA
Humildes, reverentes,
Graves de dos en dos,
Conducimos las gentes
A Dios.
Recto poder profano,
Si a Dios no desafía,
Besa el anillo en mano
Del guía.
Dios gana nuestras luchas,
Y aunque se llamé Alá,
En todas nuestras huchas
Está.
La nación nos reserva
Su profundo gobierno,
Sin Dios caterva sierva
De infierno.
Las llamas al hereje
Le hacen señas: ven, ven.
Dios es con Nos el eje,
Amén.
VIII
Y los coros preparan el desfile.
Es fiesta.
El día redondea un sol muy rico
De plumajes, charoles, armas nítidas
A tanta pompa en rigidez aplaca,
Ya resplandor, el triunfo así arrojado
Brillantemente a todos.
(Menos a los caídos
Bajo tierra o en tierra de una ausencia
Forzosa o escogida.)
Distante, muy distante,
La multitud entre rumores calla.
Lejos contempla al Jefe en su tablado,
Solo sobre su escena,
Solo entre sus insignias y sus cruces,
Que el aislamiento ahondan,
Jerárquico,
Hasta una soledad
Profunda,
Bajo aquel sol –tan cómplice–
Definitiva glorificación.
¡Tirano!
Las tribunas, repletas,
Yerguen sus cortesías.
(no quieren saber más: vigor, victoria.)
Pájaros y follajes inocentes
Participan de patria y regocijo.
Los soldados, islotes uno a uno,
Por masas dirigidas
Concurren a un compás
Que mueve un solo cuerpo
De muchas piernas y de muchos brazos
Unánimes, anónimos:
Máquina entre las máquinas mortíferas
Que anuncian
Con sus dóciles brillos
La espera de una guerra.
Todo funciona como si la sangre
También corriese por el artefacto
Que desfila, total:
Ajeno a casi todos.
Y los fríos
columbran a los fríos,
Y pasan
Los a compás también espectadores
Un dos, ficción, un dos, ficción, un dos.
IX
La ficción se disipa en soledades.
A solas silencioso el tan nombrado
No queda ni ante sí,
Figura sin figura
Si no se la proponen los espejos.
Ni el esplendor antiguo del palacio
Donde reside ahora y se repliega,
Ya rey,
Puede impedir que el hombre verdadero
Se insinúe en la pausa,
Y aparezca ese
Pérez vergonzante
Que embrollo y perifollo casi ocultan:
Un Pérez, ay, terriblemente Pérez,
El más terrible Pérez, que se llama
Pérez y que lo es.
Ahí,
Céntrico ahí, perdura.
¡Cuántos le necesitan y le inventan!
Que mande
Sosteniendo aquel Orden: su desorden,
Sus bandos,
Sus chanchullos patrióticos.
La tiranía avanza
Con excluyente fuerza
Sobre miles y miles de caídos
Por ley de asesinato,
Entre las muchedumbres
De boca amordazada.
Dogma, sangre, dinero.
Y Pérez, Pérez, Pérez.
Ensangrentado Pérez bien ungido,
Tan dueño del presente,
Un presente muy largo sin futuro
De historia muy que no aboque a la catástrofe.
Todos le temen, nadie lo desea:
Que el tirano persista.
Y el tirano conduce,
Cruel, solemnemente a ciegas listo,
Sin cesar infalible,
Su artilugio triunfal
A su quebrantamiento más penoso,
Más vano:
Explosión en el choque
–Y todos ya lo auguran–
Contra el vacío mismo. No hay futuro.
Se adivina latente
Clamor con un furor
Que llenará de espanto
La escena de la farsa:
Muertos y muertos, muertos.
Jorge Guillén. Maremágnum,
1957.
Imagen: Exhumación de víctimas del franquismo.
Valladolid, 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario