Si todos nos sintiéramos hermanos.
(Pues la sangre de un hombre, ¿no es igual a otra
sangre?)
Si nuestra alma se abriera. (¿No es igual a otras almas?)
Si fuéramos humildes. (El peso de las cosas, ¿no iguala
la estatura?)
Si el amor nos hiciera poner hombro con hombro
fatiga con fatiga
y lágrima con lágrima.
Si nos hiciéramos unos.
Unos con otros.
Unos junto a otros.
Por encima del fuego y de la nieve,
aún más allá del oro y de la espada.
Si hiciéramos un bloque sin fisura
con los dos mil millones
de rojos corazones que nos laten.
Si hincáramos los pies en nuestra tierra,
y abriéramos los ojos, serenando las frente,
y empujáramos recio con el puño y la espalda
y empujáramos recio, solamente hacia arriba,
qué hermosa arquitectura se alzaría del lodo.
Ángela Figuera Aymerich. El grito inútil. Such y Serra, 1952. Reeditado por Tigres de Papel,
2018.
Imagen: Franz Wilhelm
Seiwert. Der deutsche Bauernkrieg,
1932.
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