Qué vieja es siempre la
palabra sincera
y qué moderna es siempre la
mentira.
Qué viejas siempre las
canciones
y qué modernas siempre las
guerras.
Qué viejos siempre los
abrazos para quienes están lejos de su casa
y qué modernos siempre los
prejuicios de quienes poseen la tierra.
Qué viejas siempre las
celebraciones del hombre libre
y qué modernas siempre las
cárceles y las cadenas.
Qué viejo el tesoro del
aprendizaje, de la cercanía, del lecho confortable.
Qué moderno el miedo, la
ley, la infamia, la vanidad infinita.
Qué viejos siempre los
niños, las madres, los animales, la vida
y qué moderna es siempre la
tortura, el hambre, el cementerio de inocentes.
Qué viejo siempre el cese de
un conflicto
y qué moderno siempre el
comienzo de otro.
Qué viejas siempre las ideas
gratuitas al servicio de todos
y qué modernos siempre los
balazos en las nucas y los paladares.
Qué vieja siempre la feliz
vejez
y qué moderno siempre el
dolor, la deuda,
la enfermedad, las pelotas
de goma.
Qué viejos siempre los
hombres que pelean injusticias
y qué modernos siempre los
mercenarios y los traidores.
Qué vieja es siempre la
poesía, la hiriente, la rabiosa, la chiquita
y qué moderna siempre la
brutalidad de las manos y los pensamientos.
Qué viejo siempre el
espíritu de la tierra sin puertas
y qué moderna siempre la
estupidez del hombre que la pisa.
Cristian Esteban. En Conmovidas [abrazos para la paz].
VV. AA. Coord. Montserrat Villar y Eladio Méndez. Béjar, 2019.
Imagen: Nikolai Yaroshenko. Cabeza de viejo.
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