miércoles, 12 de junio de 2019

Nota a dedicatoria


En atención a las exigencias estéticas

(que también son las de la funcionalidad)

los arquitectos han hecho las nubes cuadradas.

Sobre los bosques desolados se extienden los suburbios.

Muy por encima de las colinas, se alinean las nubes cúbicas

reflejándose profundamente en el confiado lago forestal

inmensas filas de ventanas vacías

subrayadas por el bello neón rojo de la puesta de sol.

Allí juegan en montones de cúmulos piadosamente respetados niños higiénicos

(jamás rozados por manos humanas)

mientras revolotean en torno a ellos con sombrillas giratorias

niñeras municipales severamente remuneradas.

Cada día se hace noche y asexuados trabajadores vitamínicos

llegan a sus casas en rebaños por quintas según convenios colectivos

a su vida privada, a Svea, la reina de las hormonas

vigilada minuciosamente por porteros que inspiran confianza.


Y se hace noche y silencio. Únicamente el helicóptero de la basura

susurra parsimonioso de puerta en puerta

conducido por un futuro marginado, un anarquista y poeta

condenado perpetuo a retirar toda la pornografía de la fantasía.

A distancia parece un gigantesco esfíngido

zumbando ante el racimo matinal de madreselva rosácea

por encima, oh muy por encima de los maravillosos bosques de robustos deportistas

donde ya no vagabundeará nunca más vagabundo alguno.





Gunnar Ekelöf. Non serviam, 1945. En Non serviam. Antología poética. Libros del Innombrable, 2006. Traducción: Francisco J. Uriz.

Imagen: Erik Johansson

No hay comentarios:

Publicar un comentario