No sé quiénes tendrían que
producirnos más horror: si los del «Caiga quien caiga», los del «Aquí va a
haber que tomar una determinación» o los del «Esto lo arreglaba yo en
veinticuatro horas». ¡Dios, pero qué tenebrosamente españolas suenan estas
frases! ¿Qué tradición de rencor inextinto, de maldad infligida o padecida, ha
podido dejar en el alma de los españoles un poso tan siniestro? ¿Qué ha podido
marcar a fuego semejante impronta, para cuyo espíritu no se me ocurre ahora
ningún nombre más propio y expresivo que el de «mentalidad sumarísima»?
Sin embargo, a veces parece
entreverse en tales actitudes, al menos en la tertulia del café, un elemento de
histrionismo: mostrarse sumarísimo, bramar henchido de santa indignación,
reiterando el testimonio de cuán acérrimamente enemigo se es de la gentuza,
suena también, afortunadamente, a un viejo y gastado número de teatro malo.
Rafael Sánchez Ferlosio. Vendrán más años malos y nos harán más
ciegos. Destino, 1993.
Imagen: Carlos Bosch
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