“¡Oh
arcángel de la tiniebla!”
Vicente
Aleixandre (Sombra del paraíso)
Sueña la mano invisible con
delirantes sumas de moneda,
construye columnitas con sus
dedos de aire
y se emociona imaginando
alturas piramidales de dinero.
Va haciendo anotaciones como
si sus alucinaciones fuesen ciertas,
simulando que su delirio
hace real lo que promete,
notas que todos toman por
verdad.
Y así… ¡se manufactura un
universo…!: casas, edificios, vehículos,
ciudades, vidas confiadas,
deudas de Estados, dependencias…
Todo lo que el dinero es
capaz de provocar…
(¿Qué fueron sino eso las
hipotecas subprime?
¡Cuántas promesas vacías
empaquetadas en lotes
de alto valor y calidad
comprobadAAA!).
Pero, ay, un día llega en
que el sueño se desploma,
el nefasto día en que el
aire se muestra como aire
y busca su expansión.
¿Recuerdan Lehman
Brothers, Merrill Lynch,
Goldman
Sachs, Morgan Stanley?
¿Recuerdan Cajamadrid, Bancaja, Bankia,
Cajasur,
Caja…, Caja…, Caja…?
El furor de la fiesta termina, surgen las expectativas rotas,
asoma la frustración y el
espanto ya habita entre nosotros…
El ángel de la tiniebla
volverá y hará sonar su trompeta
provocando el cataclismo.
Y todo se vuelve endeble,
frágil, sin sentido,
hasta lo más consistente se
derrumba como barro.
Ese día, la mano invisible
hará estragos; trastornada, excitada,
se revelará como la mano
oculta del ángel de la destrucción,
que vuelve de su refugio
apocalíptico donde arrolló Babilonia,
tal como lo relató Juan de
Patmos hace siglos.
Y todo se reduce a un
ensueño de codicia que termina a sablazos.
Nadie aprendió nada. Sigue
la transformación,
la mano del ángel, su
destrucción creativa que con todo arrasa.
Javier Dámaso. El ángel
de la tempestad. Ed. Páramo, 2018. En Alameda.
Revista de Poesía. Nº 4, octubre 2018.
Imagen: Cesare Ripa. Avaricia.
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