lunes, 18 de noviembre de 2019

EL ÁNGEL DE LA DESTRUCCIÓN


“¡Oh arcángel de la tiniebla!”
Vicente Aleixandre (Sombra del paraíso)


Sueña la mano invisible con delirantes sumas de moneda,

construye columnitas con sus dedos de aire

y se emociona imaginando alturas piramidales de dinero.


Va haciendo anotaciones como si sus alucinaciones fuesen ciertas,

simulando que su delirio hace real lo que promete,

notas que todos toman por verdad.


Y así… ¡se manufactura un universo…!: casas, edificios, vehículos,

ciudades, vidas confiadas, deudas de Estados, dependencias…

Todo lo que el dinero es capaz de provocar…

(¿Qué fueron sino eso las hipotecas subprime?

¡Cuántas promesas vacías empaquetadas en lotes

de alto valor y calidad comprobadAAA!).


Pero, ay, un día llega en que el sueño se desploma,

el nefasto día en que el aire se muestra como aire

y busca su expansión.


¿Recuerdan Lehman Brothers, Merrill Lynch,

Goldman Sachs, Morgan Stanley?

¿Recuerdan Cajamadrid, Bancaja, Bankia,

Cajasur, Caja…, Caja…, Caja…?


El furor de la fiesta termina, surgen las expectativas rotas,

asoma la frustración y el espanto ya habita entre nosotros…


El ángel de la tiniebla volverá y hará sonar su trompeta

provocando el cataclismo.

Y todo se vuelve endeble, frágil, sin sentido,

hasta lo más consistente se derrumba como barro.


Ese día, la mano invisible hará estragos; trastornada, excitada,

se revelará como la mano oculta del ángel de la destrucción,

que vuelve de su refugio apocalíptico donde arrolló Babilonia,

tal como lo relató Juan de Patmos hace siglos.


Y todo se reduce a un ensueño de codicia que termina a sablazos.


Nadie aprendió nada. Sigue la transformación,

la mano del ángel, su destrucción creativa que con todo arrasa.





Javier Dámaso. El ángel de la tempestad. Ed. Páramo, 2018. En Alameda. Revista de Poesía. Nº 4, octubre 2018.

Imagen: Cesare Ripa. Avaricia.

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