Alrededor de las
persecuciones hay siempre un subrepticio vendedor de jaculatorias. Se le conoce
por la cera litúrgica que destilan sus ojos, también por una herida sin
cicatrizar que ostenta en el sañudo cielo de la boca. No te acerques a él, tú
que acaso confundas la dirección correcta de la huida, no te dejes tentar por
esa detestable incitación a la virtud. Quien persigue al liberto ¿no es siempre
el más esclavo? El vendedor imparte su enseñanza con taimado escrutinio, muda
de piel como el reptil en la pedriza, sólo intenta salvar al que ya se ha
rendido. Su sombra engulle consagradamente la sombra cautelar del acosado. Por
lo común se hace llamar el Émulo-mayor-del-único-camino.
José Manuel Caballero
Bonald. Laberinto de Fortuna, 1984. En
Somos el tiempo que nos queda. Obra
poética completa 1952-2009. Austral, 2011.
James Ensor. Man of Sorrows, 1891.
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