Son (somos) compañeros de cárcel. Este reconocimiento, sea cual sea el tono de voz en que se manifieste, contiene un rechazo. En la cárcel, más que en ningún otro lugar, se calcula y se espera el futuro como algo completamente opuesto al presente. El encarcelado nunca acepta el presente como algo definitivo.
Mientras tanto, ¿cómo hemos de vivir este presente? ¿Qué conclusiones hemos de extraer? ¿Qué decisiones tomar? ¿Cómo actuar? Tengo orientaciones que ofrecer, ahora que hemos decidido el punto de referencia.
A este lado de los muros se presta oído a la experiencia, no hay experiencia que se considere obsoleta. Aquí la supervivencia se respeta y es un lugar común que la supervivencia depende a menudo de la solidaridad entre prisioneros. Las autoridades lo saben, y por ello utilizan el confinamiento solitario, bien físico o mediante el ruido mediático que aísla las vidas personales de la historia, de la herencia, de la tierra y, sobre todo, de un futuro común.
Ignora lo que dicen los carceleros. Existen, claro está, los carceleros malvados y los menos malvados. En ciertas circunstancias resulta útil distinguir la diferencia. Pero lo que dicen, incluso lo que dicen los menos malvados, son pamplinas. Sus himnos, sus fetiches, sus palabras mágicas, seguridad, democracia, identidad, civilización, flexibilidad, productividad, derechos humanos, integración, terrorismo, libertad, se repiten para confundir, dividir, desorientar y sedar a los prisioneros. A este lado de los muros, lo que dicen los carceleros no tiene sentido y sus palabras ya no sirven ni para pensar. No aclaran nada. Recházalas incluso cuando pienses tú solo en silencio.
Como contraste, los prisioneros tienen su propio vocabulario, con el que piensan. Muchas palabras son secretas y otras son locales, con infinitas variantes. Palabras y frases pequeñas, pequeñas pero que contienen un mundo: Te voy a enseñar cómo, pajarillo, algo pasa en el ala B, murió por nosotros, toma esta rulita, al toro, y así…
John Berger. Mientras tanto, 2008. En Por qué miramos a los animales. Traducción: Pilar Vázquez y Abraham Gragera. Alfaguara, 2023.
Imagen: Telemaco Signorini. Prisión en Portoferraio, c. 1894.
Muchas cosas aprendí en la cárcel de Carabanchel, y una sola al salir de la misma: que en realidad no había salido de la cárcel.
ResponderEliminarSalud, Conrado!
Esa es precisamente, Loam, la lección del texto de Berger. Sin embargo, hay muchísima gente que, por vivir fuera de los muros de la prisión, se cree libre y no se da cuenta de lo prisionera que está. Tal es el grado de alienación en que vivimos. Salud y a no hacer caso de las palabras de los carceleros!
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