Los
felices ochenta pasaron por mi cuerpo
igual que la polilla en los armarios,
destruyendo la fibra sedosa de un tejido,
proclamando que al fin la arruga es bella.
La esperanza nos hizo envejecer deprisa
y espuela el desencanto en carne de labranza
sobre la piel iba arando los surcos
como ácaro ingeniero de caminos.
España socialista disparaba a las águilas
que volaron de caza en la Plaza de Oriente,
quemaba un manifiesto, renunciaba a su credo,
se ponía el smoking sobre la vieja pana,
de moda estuvo el lino.
Y en los cócteles
se servía el olvido en alta copa.
Sin saberlo, pisábamos la postguerra y sus tumbas,
y bajo los zapatos todo el suelo era sangre
sobre alfombras de arroz de Kampuchea.
Festivos los ochenta, la amargura
hibernó su alquitrán hasta el agosto olímpico.
De las medallas robé un resplandor
con el que maquillarme la derrota.
igual que la polilla en los armarios,
destruyendo la fibra sedosa de un tejido,
proclamando que al fin la arruga es bella.
La esperanza nos hizo envejecer deprisa
y espuela el desencanto en carne de labranza
sobre la piel iba arando los surcos
como ácaro ingeniero de caminos.
España socialista disparaba a las águilas
que volaron de caza en la Plaza de Oriente,
quemaba un manifiesto, renunciaba a su credo,
se ponía el smoking sobre la vieja pana,
de moda estuvo el lino.
Y en los cócteles
se servía el olvido en alta copa.
Sin saberlo, pisábamos la postguerra y sus tumbas,
y bajo los zapatos todo el suelo era sangre
sobre alfombras de arroz de Kampuchea.
Festivos los ochenta, la amargura
hibernó su alquitrán hasta el agosto olímpico.
De las medallas robé un resplandor
con el que maquillarme la derrota.
Isabel
Pérez Montalbán. Un cadáver lleno de
mundo. Hiperión, 2010
Fotografía: Ouka Leele
Fotografía: Ouka Leele
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