Un pobre es un milagro.
(Es un milagro de sostenimiento).
Mientras la Banca segrega millones
de sus millones, él produce lágrimas
que dedica a sus hijos, con amor.
El pobre es un insulto
contra el ornato público.
Le
barren y le barren,
a cada hora, con tenacidad
municipal. Mas él se agarra al palo
de su desgracia, a ver si es que consigue
morir con cierta dignidad al menos.
Pasaba un Catedrático: “¿Quién puso
esta ignorancia en medio? ¿Acaso
no hay subvenciones para las escuelas?”
Pasaba un clérigo: “Defienda sus derechos”.
“Iten más digo, que esto es obstrucción
ilegal, del camino hacia la Iglesia”.
Pasaba un pobre menos pobre, y vino
a hacer ostentación de su menor desgracia:
su honor menos herido, su camisa
menos vieja…
Aquello
eran las honras
fúnebres celebradas por un hombre
aún de pie. Honras por un estorbo
necesario, que nadie se ocupa
de quitar ni enterrar.
Así
habrá siempre
un duro término que sirva a los grandes
como comparación: Yo soy el rico,
el egregio, el que triunfa; y ese, el pobre
del que, por más que barro, no me limpio.
Gaspar Moisés Gómez. Sinfonías concretas.
Diputación de León, 1970.
Imagen: Lorenzo Viani. París, el patio de la Ruche, 1923-1925.