Cuando el controlador mete el avión en su pasillo
y cruza gentes a once mil metros,
cuando el farmacéutico calcula la dosis
y el cirujano corta por lo sano,
son escrutados por jueces y policías,
por compañías de seguros,
por el código penal y la culpa,
y conexiones neuronales escolásticas
enlazan la causa y el efecto.
Se vigila no ya el dolo
sino la mera negligencia, la impericia,
e incluso, quizás también, la mala suerte.
Sin embargo,
cuando la ministra de sanidad firma una orden
que trae muerte a los más pobres
y deja pudrir gangrena en cuerpos extranjeros,
cuando otro ministro, engolado y soberbio,
decreta desahucios y suicidios,
cuando nos meten en una guerra por decreto,
cuando recortan en la seguridad
de los tranvías y los trenes
que acaban saliéndose de
madre
nada sucede, nadie vigila,
se va de vacaciones la
escolástica.
Parece que los cadáveres
estuvieron siempre allí,
que son muertos sin causa.
Bernardo Santos. De la estirpe burguesa. Amargord, 2018.
Imagen: Mircea Suciu. Leave all hope, 2010.
No hay comentarios:
Publicar un comentario