viernes, 31 de agosto de 2018

UNA SIRVIENTA


Cuando nací se habían

echado ya las suertes

y estaba escrito

que yo no iba a ganar.


Era la esclava de una reina

y mi destino estaba ligado a ella

una viuda que no tenía cuerpo que enterrar

y tejía y destejía luchando contra la suerte

que le había tocado en el sorteo;


Y los hilos y las puntadas

tejidos y destejidos eran

los hilos de nuestra historia

tejida y destejida con ellos.


Era una esclava y no podía

luchar contra mi sino

y no podía evitar

que esos hombres que esperaban

si no podían tener a la ama

se conformaran con la esclava.


¿Qué sabía yo, una simple esclava,

moneda de cambio

que solo sabe complacer a su amor?


Yo no sabía, de ninguna manera

que en un momento demasiado oportuno

volvería el amor perdido

y me condenaría a muerte

“por complacer a los usurpadores”.


¿Condenaron al cerdo del amo

por ser asado para ellos?





Clara Arregui Sancho. Nosotras que todo lo perdimos. La herradura oxidada, 2018.

Imagen: Arturo Rivera. El Ángel Guardián, 2005.

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