No nos diréis una noche gritando
por los megáfonos, una noche
de azahar, de nacimientos, de amores
recién comenzados, que el hidrógeno
en nombre del derecho abrasa
la tierra. Los animales, los bosques se funden
en el Arca de la destrucción, el fuego
es visco sobre los cráneos de los caballos,
en los ojos humanos. Luego, a nosotros los muertos
vosotros los muertos dictaréis nuevas tablas
de la ley. En el antiguo lenguaje
otros signos, perfiles de puñales.
Alguien balbucirá sobre las escorias,
lo inventará todo de nuevo
o nada en la suerte uniforme,
el murmullo de las corrientes, el crepitar
de la luz. No la esperanza
dictaréis vosotros los muertos a nuestra muerte
en los embudos de lodo hirviente
aquí en el infierno.
Salvatore Quasimodo. La tierra incomparable, 1958.
En Y enseguida anochece y otros poemas.
Orbis, 1983. Traducción: Carlo Frabetti.
Imagen: Andy Summers
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