El hombre que cada noche
duerme en el portal, hoy lo he sabido, no es más que un contratado del
ayuntamiento. Rodeado de cartones, de un escobón, de un carrito construido a
base de despojos y apestando como una bodega, ese tipo no es más que un maldito
contratado gracias a las oscuras ordenanzas municipales. ¿Merezco algo así?
¿Por qué nos trata como a imbéciles el ayuntamiento? ¿Creían que no me iba a
acabar enterando? Todo, todo encaja. A mí no me la dan. Puedo parecer estúpido,
pero a mí no me la dan. El ayuntamiento contrata a esos tipos para que sepamos
qué es lo que nos ocurriría de no levantarnos cuando es todavía de noche, de no
coger el metro cada mañana y de no volver ya oscurecido al lugar donde nos está
esperando el hombre que apesta como una bodega, fiel esbirro, ya digo, del
ayuntamiento. Entonces, sorteamos como podemos al tipejo, esperamos el
ascensor, llegamos derrumbados a casa, besamos a la niña que está haciendo los
deberes en su cuarto, ponemos el despertador a las seis y media y comenzamos a
soñar con el adosado ese de la zona residencial, donde no dejan entrar a nadie,
y mucho menos a los esbirros del ayuntamiento.
Manuel Moya. En Aquel agosto de nuestras vidas y 100 balas
de plata clandestinas (Antología-homenaje al Planeta Clandestino. Introducción
y selección: Ignacio Escuín Borao. ediciones del 4 de agosto, 2012.
Imagen: Lee Jeffries
Pero mira cómo pican los peces en el 'river'... 🎵
ResponderEliminarSalud!
Y pican y pican y vuelven a picar
ResponderEliminarpor ver crecer el Capital.
Aunque a veces pienso que la niña que hace los deberes en su cuarto, después del beso, le mira de reojo con cierto descreimiento.
Salud!