Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante.
Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo
hiciera.
Suele ocurrir con los
poemas:
terminan condensándose las
formas
en nuestros ojos como el
vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el
texto
elige el tono, el escenario,
dispone perspectivas,
inventa personajes,
propone sus encuentros, les
dicta los impulsos,
pero la herida no, la herida
nos precede,
no inventamos la herida,
venimos
a ella y la reconocemos.
Chantal Maillard. Matar a Platón. Tusquets, 2004.
Imagen: Pedro Luis Raota
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