Defiendo la alegría,
la precaria, amenazada,
difícil alegría,
al raso, limpia, en cueros,
mi ración de alegría.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras.
No os arrojo a la cara mi
alegría,
os la tiendo tan sólo
como una débil luz, como una
mano.
No es ningún baluarte
ni ningún ofensivo
privilegio,
es mi único utensilio
cotidiano,
mi tela de labor.
No tengo otra bandera
y ostenta unos colores ya un
poco desteñidos;
mirad que la levanto a duras
penas,
contra viento y marea,
sin sombra alguna de
provocación.
Es parcela pequeña,
minifundio,
terreno sin cercados ni
aparceros
que aro, riego y abono por
mí misma,
con fe, de sol a sol.
Tomad el pobre o rico,
el cuestionable fruto
que desde ella os ofrezco,
pues sólo desde aquí
os consigo mirar, ayudar,
entender,
poner tal vez en claro
alguna cosa.
No me reprochéis ni adobéis
de negrura
como un reducto inmundo,
segregado;
ved que no la defienden
ni pinchos ni alambradas
y que podéis pasar aquí
conmigo
al sol.
No me arrastréis al pozo
de las verdes culebras.
Carmen Martín Gaite. En Poemas. Plaza & Janés, 2001.
Imagen: Eslovaquia, 1966.
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