Sobre lo que iba a ser el
campo de batalla se encogieron de golpe las margaritas y los peronés
No pelearíamos con las
argucias y las armas de costumbre
Los galones los entorchados
y las medallas temblaron al oír el canto de los jilgueros y el murmullo de las
raíces
Nunca hubieran pensado que
la venganza vendría de lo alto de los árboles de debajo de las piedras
El eco futuro de los
cañonazos ensangrentó los oídos de los taxidermistas
y cubrió de niebla las
pupilas dilatadas de los cuarteles generales
No hubo tregua.
Sacha Viveros. La semilla que incendió el invernadero.
Cinabrio, 2020.
Imagen: Víctor Brauner. Autoportriet premoniție, 1930.
No hay comentarios:
Publicar un comentario