Intelectual,
filósofo, crítico de arte, escultor, coreógrafo, poeta,
¡haz
tu trabajo
de
vez en cuando al menos
como
si el capitalismo existiera!
Los poderes hoy dominantes desean que tu
mente sea un tebeo; algunos contrapoderes desean que se parezca a un catecismo.
Pero tu mente puede ser una sinfonía, un palacio blanco, un volcán submarino.
Fue José Bergamín quien escribió: “A
veces, no comprometerse es lo que suele comprometer. Por eso, la menor manera
de no comprometerse es estar ya comprometido. En arte, como en todo, hay que
empezar por comprometerse.”
La forma más básica de comprometerse es el
estar juntos duraderamente: esto tiene más que ver con el arte de amar que con las políticas de partido.
El problema que se planteaba a comienzos del
siglo XX era el hombre sin atributos.
El que se nos plantea a comienzos del siglo XXI es el ser humano sin
vinculaciones.
En una época en que el descompromiso, la
evasión de responsabilidades, la extraterritorialidad de los poderes dominantes
y el arte de la fuga se han
convertido en el arma principal para ejercer el dominio, una poética resistente
es, antes que nada, una poética de la vinculación.
La poesía (en su doble función celebratoria
y crítica) puede mantener abierto el
mundo, en positivo, o al menos –en negativo– oponer resistencia a su oclusión.
Los mecanismos del ruido mediático –que
aborrece como ninguna otra cosa la dimensión trágica de la vida humana– se
orientan en primer lugar a igualar y trivializar todo lo que nos sucede. El
pensamiento crítico necesita, en esa misma medida, dispositivos para destrivializar, si es que quiere llegar a incidir
sobre la realidad que necesita ser transformada.
Cuanto más se generaliza un consenso,
cualquier consenso, es cuando más falta hacen escritores, pintores, músicos,
poetas que digan la otra verdad.
Nuestra condición crecientemente paradójica,
nos sobra arte al mismo tiempo que la fealdad nos abruma. Rebosamos de poesía
–la poesía escrita, premiada, publicada–, al mismo tiempo que la palabra nos
abandona. Y lo que falta casi siempre es acción: el encuentro con el otro para
la transformación de la realidad.
En última instancia, son las elecciones
humanas las que distinguen lo humano de lo inhumano. Frente al no hay
alternativa, prácticamente siempre puedes contestar: cabe optar entre el sí y
el no. Que no nos vengan con cuentos…
A comienzos del siglo XXI está en riesgo la
humanidad, el seguir siendo humanos (o el llegar a ser humanos, quizás); y está
en riesgo la habitabilidad de este planeta para los seres humanos. Es decir,
nos amenazan casi los máximos daños imaginables. En una situación así, resulta sorprendente
la insensibilidad con que la cultura dominante en un país como el mío intenta
proseguir el business as usual.
No son tiempos normales, sino tiempos
excepcionales; y lo que necesitamos no es autocomplacencia ni apología de la
normalidad, sino conciencia de lo insoportable. A una práctica cultural que no
olvide esto llamadla, si queréis, compromiso. Compromiso con la suerte de la
humanidad y con el destino de la biosfera.
Si el sentido principal de la cultura humana
es no clausurar, entonces a la poesía
le corresponde un lugar central en esa cultura.
Mientras nos queden territorios para la
retirada y espacios de resistencia, nada está perdido. Y estoy seguro de que
esos espacios persistirán.
Jorge Riechmann. En Voces
del Extremo. Poesía y capitalismo. Fundación Juan Ramón Jiménez, 2008.
Imagen: Amalia García
Fuertes. Uzbekistán, 2011.
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