Los poetas trabajan con la
memoria. La ponen a escurrir hasta que ya no cae una gota. Rara vez la
planchan. La guardan sin doblar en los armarios para los demás invisibles.
Algunos se pasan de rosca y la llaman potencia inferior de los sentimientos,
como el cernícalo de Aristóteles. Los más pragmáticos la desarman como un
mecano y esperan el momento más oportuno para hacer con ella algo oportuno en
el lugar menos inoportuno.
La modernidad es amnésica,
decía Kafka, cascarrabias donde los hubiera pero con las patas traseras bien
asentadas en el pasado. La historia ha sacrificado la mitad del género humano
para construir su prestigio sobre la inteligencia del silencio, pero la memoria
de la humanidad es el sueño de las víctimas. Y las víctimas hacen algo más que
ruido, estruendo hacen las víctimas al entrechocar su ausencia en las zonas
donde todo permanece innombrado.
Alto ahí, musas, con la
cantaleta: la actitud conservadora es aquella que nos plantea la imitación de
un pasado establecido como norma de conducta: yo no escribo para echarle
afrecho a los chanchos de domingo de guzmán encaramado en los retablos de
Berruguete.
Cuando oigo debatir acerca
de las poéticas del silencio me descojono de risa. Andan enredadas unas y otras
con el asunto de lo claridoso y la fosforescencia, intentando venderle la moto
a los mutilados de la pretensión. Cada individuo tiene autonomía para escribir
como le venga en gana, irse por las ramas y no evitar la tentación de conocer
algo nuevo. Se sabe que ninguna palabra significa lo mismo dos veces y algo
semejante sucede con los imperativos de la memoria que como espinas aún le
hacen cosquillas a todo cristo viviente.
Qué preceptiva ni qué
gaitas. Las brigadas de gramáticos y recaudadores de significados no impondrán
de nuevo cartillas militares a los párvulos insumisos. Lo sabemos y nunca
estará de más repetirlo: para un prisionero el extraviar de noche su gorra en
Auschwitz equivalía a un tiro en la nuca a la mañana siguiente. Ahora si
quieres podemos seguir hablando de la hermenéutica, la capacidad de resistencia
del saber al concepto de verdad y la herencia por ausencia de la no concordante
hermosura que soñaron otros.
Juan Carlos Mestre. La bicicleta del panadero. Calambur,
2012.
Imagen: Accidente
ferroviario en Montparnasse, 1895.
No sé quién es
ResponderEliminar(ni me importa)
pero la siento...
Salud!
Eso es lo que importa, la inteligencia sintiente. Salud!, Loam.
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