sábado, 22 de agosto de 2020

DE MEMORIA


Los poetas trabajan con la memoria. La ponen a escurrir hasta que ya no cae una gota. Rara vez la planchan. La guardan sin doblar en los armarios para los demás invisibles. Algunos se pasan de rosca y la llaman potencia inferior de los sentimientos, como el cernícalo de Aristóteles. Los más pragmáticos la desarman como un mecano y esperan el momento más oportuno para hacer con ella algo oportuno en el lugar menos inoportuno.

La modernidad es amnésica, decía Kafka, cascarrabias donde los hubiera pero con las patas traseras bien asentadas en el pasado. La historia ha sacrificado la mitad del género humano para construir su prestigio sobre la inteligencia del silencio, pero la memoria de la humanidad es el sueño de las víctimas. Y las víctimas hacen algo más que ruido, estruendo hacen las víctimas al entrechocar su ausencia en las zonas donde todo permanece innombrado.

Alto ahí, musas, con la cantaleta: la actitud conservadora es aquella que nos plantea la imitación de un pasado establecido como norma de conducta: yo no escribo para echarle afrecho a los chanchos de domingo de guzmán encaramado en los retablos de Berruguete.

Cuando oigo debatir acerca de las poéticas del silencio me descojono de risa. Andan enredadas unas y otras con el asunto de lo claridoso y la fosforescencia, intentando venderle la moto a los mutilados de la pretensión. Cada individuo tiene autonomía para escribir como le venga en gana, irse por las ramas y no evitar la tentación de conocer algo nuevo. Se sabe que ninguna palabra significa lo mismo dos veces y algo semejante sucede con los imperativos de la memoria que como espinas aún le hacen cosquillas a todo cristo viviente.

Qué preceptiva ni qué gaitas. Las brigadas de gramáticos y recaudadores de significados no impondrán de nuevo cartillas militares a los párvulos insumisos. Lo sabemos y nunca estará de más repetirlo: para un prisionero el extraviar de noche su gorra en Auschwitz equivalía a un tiro en la nuca a la mañana siguiente. Ahora si quieres podemos seguir hablando de la hermenéutica, la capacidad de resistencia del saber al concepto de verdad y la herencia por ausencia de la no concordante hermosura que soñaron otros.




Juan Carlos Mestre. La bicicleta del panadero. Calambur, 2012.

Imagen: Accidente ferroviario en Montparnasse, 1895.

2 comentarios:

  1. No sé quién es

    (ni me importa)

    pero la siento...


    Salud!

    ResponderEliminar
  2. Eso es lo que importa, la inteligencia sintiente. Salud!, Loam.

    ResponderEliminar