Caminan. Son los que no han olvidado el camino por el que nadie puede volver. Caminan sin moverse del lugar de donde fueron echados. Las manos atadas a la espalda con el pañuelo de la novia y el cinto de los abuelos. Caminan siguiendo los postes del telégrafo, llegan por las cunetas hasta el fondo de los pajares. Caminan como los perros y caminan como los niños bajo la Luna que se deshoja. Por la Calle del Agua pasa al amanecer la camioneta de las gaseosas. Caminan entre las ortigas del Nacimiento de los tragaflautas y de los pisahuevos. Suben las escaleras del Casino, se presentan en los bailes de sociedad. Observan la felicidad de los asesinos. En el cementerio de los pasos perdidos la maleza cubre los rieles. Caminan. Podan los árboles. Repararán los peldaños rotos. No se sabe hacia qué regreso, ni quién al verlos se lavará las manos. Pero caminan. Caminan y caminan y caminan.
Juan Carlos Mestre. La bicicleta del panadero. Calambur, 2012.
Imagen: René Magritte. L´avenir, 1936.
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