Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.
Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.
Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.
Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas –en contenido espacio–
miden el terror de un solo golpe.
Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.
Roberto Sosa. Los pobres, 1968. En Entre los poetas míos… Roberto Sosa. Colección antológica de poesía social, vol. 53. Biblioteca virtual Omegalfa, 2013.
Imagen: Honoré Daumier. Un abogado vestido en el Palacio de Justicia, s.d.
No hay comentarios:
Publicar un comentario