A
José García
Todo
empezó al saltarme el primer
semáforo.
Luego
las líneas blancas fueron
borrándose de la calzada,
y los claxon barritaron en
medio de la noche.
Prosiguió
al hacerse ininteligible el
idioma
de las voces enlatadas en el
metro; al tornarse
crucigramas los teclados de
los cajeros automáticos.
Más tarde
me daba de bruces contra el
cristal
de todos los escaparates, en
verdad
sentí en mis propias carnes
cómo despellejaron vivo
al verdadero dueño de aquel
abrigo de piel.
Al tiempo
descubrí el pergamino
antiguo
de un ticket en mi bolsillo,
intentaba con las llaves
serrar por la mitad mi
teléfono móvil cuando
tuve que huir despavorido
ante los ríos
de gente que manaban del
estadio.
Llegó a un punto
en que llamaba a todos los
porteros automáticos
preguntando por mi nombre,
bebía de un charco
embebido de la belleza de
dos palomas
justo antes de que se
lanzaran al vuelo ante
el acechante reflejo de unos
gatos.
Alcancé tal extremo
que le ladraba a esas
bestias rugientes
sobre cuyas bocas enormes
vomitaban su basura
lánguidos contenedores
zarandeados en vilo.
Al final
junto a una acera, encontré
un recuadro
de tierra que no era buena
tierra pero en ella crecía
un árbol raquítico árbol
pero árbol al fin y al cabo.
Lo miré un instante,
olisqueé el aire,
trepé por él y desde
entonces
nunca se me ha pasado por la
cabeza
la idea de volver
a evolucionar.
David Trashumante. Poema
para www.lacanciondemanuel.wixsite.com proyecto ciberpoético de José Francisco
García Prados. Publicado en papel en la revista Turia nº 115, 2015. En Amor. Antología 2006-2019. El Petit
Editor, 2019.
Imagen: Gregory Crewdson
Vaya, versión del barón rampante, pero más agreste. Apetece subirse a los árboles.
ResponderEliminarLo malo que a este paso no sé si encontraremos alguno. Salud!
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