A todos digo: sólo quiero el (buen) olvido
y morir sin (vuestro incómodo) perdón de verdugos.
A los compañeros de laboratorio/laberinto
les lego una crueldad en forma de enfermedad venérea
resistente a todos los antibióticos y antivirales conocidos.
Para la ciencia –esa desagradecida-
nada, excepto la revelación de la conjura de Asclepio*
y mis petequias provocadas por las flores del fármaco.
A mis mujeres favoritas
les dejo mordiscos verdaderamente amarillos
y la sabiduría necesaria para elegir entre riesgo y herida.
Para la cárcel del mundo un sol negro
y un panteón lleno de flores mustias:
no más que una advertencia del capitalismo.
A los poemas (de los otros y míos)
les lego el fuego de la muerte/sangre
que prende la pira de las palabras estériles
pero devolvedme la inocencia de la piedra fértil.
A todos dejo preguntas pétreas
también el silencio: ¿única respuesta a todas
las preguntas?
*Esta conjura la constituyen las principales compañías farmacéuticas del mundo (Johnson & Johnson, Pfizer, Novartis, Merck, Sanofi, Roche, GlaxoSmithKline…) y compañías alimentarias, de semillas y pesticidas como Monsanto, Nestlé, Mars, etc…
Santiago Aguaded Landero. En Voces del Extremo. Antología 2012/2016. Antonio Orihuela, coordinador. Amargord, 2017.
Imagen: Lutz Friedel. Der Tod und der Poet, 2010.
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