Ya tengo quieta la sangre,
mis ojos tibios y en calma,
sentado y solo en la tarde
sin nadie cerca del alma.
¡Qué triste es ver los caminos
sin una huella dejada!
Ni nombre en árbol escrito,
ni un amor. No dejo nada.
La vejez más miserable
de un corazón arrugado.
Una almendra vana y grande
bajo la piel de un penado.
Ya tengo quieta mi sangre,
los ojos tibios, en calma,
llorando y sólo. Sin nadie
sentado cerca del alma.
Marcos Ana. Poemas de la prisión y la vida. Tabla rasa, 2011.
Imagen: Holger Droste
"Cada fútil palabra un poco más cerca de la última. Y con ellas el cuento. El cuento de otro contigo en la obscuridad. El cuento de alguien contando un cuento contigo en la obscuridad. Y cuánto mejor, a fin de cuentas, las penas perdidas y el silencio. Y tú, como siempre has estado.
ResponderEliminarSolo. "
Samuel Beckett, Compañía,(Company, 1979)
(No he podido evitar rememorar esta cita de un libro que caló muy hondo en mí).
Salud!
Beckett cala siempre muy hondo, Loam, yo creo que porque siempre toca el límite de nuestra experiencia y nuestra verdad, y eso sobrecoge. Salud y compañía, aunque sea de palabras fútiles.
ResponderEliminarEl tiempo en prisión, espeso siempre. Su huella indeleble en el cuerpo, en su función de reloj implacable. Devorada la vida con sus tantas especias perdidas entre barrotes.
ResponderEliminarTremendo, Roland, haces tangible, real, esa sensación. Salud!
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