¿Yo fui triste?
En la noche
siento que avanza el mundo como el amor de un cuerpo,
como la pobre vida, combatida y cansada,
aún encuentra en la noche la ceguedad del cuerpo,
la ternura del cuerpo
queriéndose, buscando
en quién querer, con manos
deslumbradas y humanas.
Todavía, mientras dura la noche,
mientras la soledad, tan tuya,
y la inmensa tristeza sedienta y sin sosiego
de los que multiplican tu soledad en mundo
funden –Eugenio, España– una tiniebla sola,
todavía
algo queda en el alma, y si aprietas los ojos
por despertar, por no creer la sombra,
aún fragmentos de aurora la sangre nos daría.
Cuando la pobre gente de nuestro pueblo llega
del sudor y del polvo, del trabajo vendido
con el alma cerrada, cuando
llega y encuentra el día que se acaba temblando
en la lumbre cocida y alimenticia, llega
y cae, la pobre gente oscura,
derribada en las sillas: y encuentra la sonrisa
todavía, la hermosa, prodigiosa sonrisa
–si hay algo prodigioso– del viviente que tiene
aun no lo necesario:
entonces, duramente,
algo en mí se incorpora, y siento, sin remedio,
un deber de alegría.
No hay fatiga. Nosotros
excedemos el tiempo. La estatua congelada
detenida en las calles, nosotros estrechamos
su mano y la fundimos.
Ellos, ellos,
quienes casi no viven, y esperan, me lo dicen,
y yo puedo escucharlo.
Nunca sueña quien ama, nunca
está solo. La pujanza es idéntica.
De la rosa ofrecida
al amor, a la piedra
fijada con amor, a las balas
hundidas y ensañadas
por amor, todo avanza
y edifica. ¡Despierta!
Y enemigo, expulsado de la tristeza, siento
cómo la aurora iza su bandera rociada.
(1950)
Eugenio de Nora. España, pasión de vida, 1954. En Sustancia de la tierra. Antología poética. Edilesa, 2007.
Imagen: Semión Agroskin
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