Que soy libre, me dicen.
Pero si quisiera tener otro hijo
tendría que llevarlo al Banco de la esquina
porque suya es mi casa.
Mi niño llamaría padre al director
y madre a la cajera
aprendería a andar con una silla de oficinista
dormiría en un cajón del archivador
y yo sólo sería un pariente lejano
que le sonreiría desde mi puesto en la cola.
Me pasaría de vez en cuando con la excusa de ampliar la hipoteca
sólo para ver qué tal me lo crían
cómo le afecta el aire acondicionado
si sabe poner un fax
y si el director le regala un juego de sartenes
por su cumpleaños.
Ana Pérez Cañamares. En Hablamos de ti, capitalismo. 25 años de Voces del Extremo. VV. AA. Coord.: Antonio Orihuela. La Vorágine, 2023.
Imagen: Tetsuya Ishida
Y eso si el padre tiene suerte y no cierran la sucursal, enviando su vida y a su hijo a algún paraíso fiscal. Los caminos del 'señor' son verdaderamente inescrutables.
ResponderEliminarSalud!
Los paraísos fiscales son el nuevo limbo de la vieja Fe. Salud, Loam!
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