Hay una astilla de luz en la apariencia de la eternidad, hemos lamido, casi amándolas, membranas invisibles, no hay más que invierno en las ramas inmóviles y todos los signos están vacíos.
Estamos solos entre dos negaciones como huesos abandonados a los perros que nunca llegarán.
Va a entrar el día en la habitación calcinada. Ha sido inútil la sutura negra.
Queda un placer: ardemos
en palabras incomprensibles.
Antonio Gamoneda. Arden las pérdidas, 1993-2003 y 2004. En Esta luz. Galaxia Gutenberg, 2004.
Imagen: John Martin. The Last Man, 1849.
Volvemos las palabras incomprensibles, así los signos quedan vacíos. Entonces arder en su vaciedad, sin aire que mantenga la hoguera o dar vida al hueso en la constancia del día a día o de lo que de noche haya.
ResponderEliminarExpirar en el fuego es el placer que esconde el aún más que es el respirar.
En el aire, Gamoneda siempre queda.
De las hechuras de nuestra existencia rezuma la angustia, el abandono, la insignificancia. Y todavía cantamos, como dijo Vallejo, emocionados, qué más da, emocionados. Salud, Joan!
EliminarHay que ver... ¡qué poco dura la eternidad!
ResponderEliminar(Gamoneda y Santamaría siempre en mi mesilla de noche)
Salud!
La eternidad y un día, como el título, como sabrás, de una gran película de Theo Angelopoulos. Salud, Loam, y gracias por lo que me toca!
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Uav--r-Xv9s
https://youtu.be/bWay7VQ_lZM?si=fOPn6EcHEQP_KBts
EliminarUna contienda dudosa entre la melancolía y la ventura. ¿Quién ganará? Probablemente las dos. Gracias, Loam. Salud!
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