“Es increíble que el asco al hule se herede.”
Mi hermana y yo lo tenemos,
asco al hule.
Y no es que hayamos convivido mucho con él
nos viene de familia
aunque nadie lo nombrase nunca así
directamente.
Supongo que se les quedó pegado a la piel
el hule de los perdedores
de los huérfanos del rojo
el hule de la miseria
de los que podrían haber sido otra cosa, pero
no lo fueron.
El hule de la “familia de los que leen”
porque leer no nos lo quitó nadie.
Se hereda también,
el confórmate,
agacha la cabeza
y habla bajito.
Confórmate.
Se hereda, como el asco al hule, el odio de
clase,
a la propia también.
Se hereda, el miedo a la miseria
se hereda
Se hereda
el complejo de inferioridad
el miedo a un uniforme
a la autoridad.
Se hereda…
El hule que sostuvo tantos pucheros con
pringá,
tantas sobremesas, risas,
mucho comino majao y café portugué que
traían en vacaciones los que emigraron
y donde se posaban las moscas por el tiempo
de la feria de Villa Real.
El hule que nos recuerda quiénes somos,
leamos cuanto leamos
estudiemos cuanto estudiemos.
El hule, que nos conforma
que explica y nos recuerda
de dónde venimos
y de qué no nos podemos olvidar.
Isabel Martín. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. A Fortiori, 2022.
Imagen: Semión Agroskin
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