Lo que los nazis hicieron a los judíos era indecible: los idiomas no tenían palabras para ello, pues ante lo planificado, sistemático y total, incluso un asesinato en masa habría sonado como algo de la vieja y buena época del maestro de Degerloch. Pero había que encontrar una expresión, si no se quería hacer a las víctimas, que son demasiadas para que sus nombres puedan ser recordados, objeto de la maldición del «no hay que acordarse de ellos». Y así se ha acuñado en inglés el término genocide. Pero la codificación impuesta en la Declaración Internacional de los Derechos Humanos, ha hecho a la vez, en interés de la protesta, lo indecible conmensurable. Al ser elevada a concepto, la posibilidad queda en cierto modo reconocida: una institución que prohíbe, rechaza, discute. Un día podrán tener lugar ante el foro de las United Nations sesiones en las que se debata sobre si cualquier otra atrocidad cae bajo la definición de genocide, sobre si las naciones tienen el derecho, del que de todos modos no querrán hacer uso, a intervenir, y sobre si, a la vista de dificultades imprevistas en su aplicación a la praxis, el término genocide no ha de ser excluido de los estatutos. Poco después se leerán titulares en letra mediana y lenguaje periodístico: en el Turquestán oriental casi se han aplicado medidas genocidas.
Theodor W. Adorno. Minima moralia. Reflexiones desde la vida dañada. Traducción: Joaquín Chamorro Mielke. Akal, 2004.
Imagen: Reuters. Gaza, 2023.
'Exterminio', ese es, a mi parecer, el término más ajustado para definir los asesinatos masivos perpetrados contra cualquier población. Tal despiadado vocablo evocará inmediatamente, en cualquiera que lo escuche, grandes matanzas de seres humanos que han quedado trágicamente grabadas en la memoria colectiva.
ResponderEliminarSalud!
Lo peor es que a lo inconcebible, al darle un nombre, se le ha dado carta de naturaleza y tratamos con ello como si se tratara de algo normal y hasta lógico. Salud, Loam!
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