Volverás vieja sangre
a calentar las sombras y a empujar los corceles.
Conocerán los hombres que la lucha ha empezado
por un escalofrío que verán las calles.
Brazos, piernas enclenques, surgirán como rayos
destrozando la vida y anhelando la muerte.
La muerte, que en sus casas desde siempre habitaba,
atraviesa las puertas, asalta las ciudades,
desde el pecho desnudo en ronca voz gritando:
¡basta ya de esperanza: sólo existen tinieblas!
Yo no sé si algún día la lucha habrá cesado,
o si el mar no conoce los límites del odio;
pero sé que el furor de los cuerpos hambrientos
nunca se acaba.
Alfonso Costafreda. Nuestra
elegía, 1949.
Imagen: Moscú, 1993.
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