Y cómo amabas todas las derrotas,
con qué pasión desmedida escalabas
el punzante dolor de los sueños rotos
en la niebla o el grito, el gesto tierno,
endurecido, de quienes negaron
la perenne sucesión de la historia.
¿Adivinabas el fracaso de los propios sueños
o era certeza anticipada de una plenitud imposible?
Nada hay más fraterno que sentirse
irremediable heredero de tantos llantos,
pues el niño adivina su destino de hombre
en la dignidad irreductible del derrotado
que atraviesa la frontera con el futuro
latiendo en la miseria y el recuerdo intacto,
claro en el crudo invierno,
de sus actos indemnes,
para siempre venciendo el tiempo
pues que fueron
pulso de la historia, materia viva de un sueño
compartido: amor y destreza, fidelidad
y absurda esperanza,
loca salida de quien elige
ser sólo por sus actos.
Antonio Crespo Massieu. Orilla del tiempo, 2005. En Memorial de ausencias. Poesía 2004-2015. Tigres de papel, 2019.
Imagen: Antanas Sutkus
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