–Ningún cuento popular comenzó
jamás así: érase una vez un presidente…
NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA
vi la camisa de la serpiente
fuera de su cuerpo, una pincelada de cianuro que hacía más pálida la cuadrícula
de las urbanizaciones. el fabricante patriótico había evolucionado de urraca
hacia cuco, asuntos de regularidad con que la primavera se enfrenta al enemigo.
vi al hombre peinado convertido en coleccionista de gangas: portaviones, dardos
contra la vía láctea, diccionarios de inglés. el bien y el mal poco importan a
este lado de ti, boca preferida por el defecto, parlamento sembrado por un
discurso de élitros. podemos, claro que podemos dormirnos como el cuervo en la
higuera de la sacristía, echar una ojeada al depósito de cadáveres de los
periódicos, mortificarnos con las debilidades de la democracia. podemos cambiar
de cuadriga, una mejora en el trabajo, cuatro cajas de leche, dos barbacoas los
días festivos. vi las cuarenta monedas a caballo por el aliento de la
penitencia, muchachos condecorados con una guirnalda de mejillones. los
ciudadanos en el trastero de los contadores del gas, bobadas que no pueden
evitarse. y tú, a quien llamaré inhibición como una chica que se coloca la raya
de las medias en la fila del cine. lo que observo son expediciones
sentimentales a la cautividad. a buen seguro era mi país. imagino que tengo
derecho a decir qué lástima, presidente, estos tiempos de guerra.
Juan Carlos Mestre. La casa roja. Calambur, 2008
Imagen: Wolfgang Mattheuer. Der übermütige Sisyphos und die Seinen, 1976.
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