martes, 1 de marzo de 2022

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO


 

1976 deja todas las noches su cargamento de muertos en Beirut, Belfast, Buenos Aires, Montevideo, Santiago, Sudáfrica… Bajo el terremoto se abre la tierra y se desploman ciudades, los volcanes arrojan inmensos ríos de piedra al rojo vivo, el mar borra las poblaciones de la orilla. Crece el desierto, aumenta el hambre, la violencia se adueña de los agonizantes centros urbanos. Seguimos viviendo el tiempo de los asesinos.

Dicen quienes observan todo como si estuvieran a salvo: «No se preocupen, no sean apocalípticos. Se trata nada más de los temores del milenio. Sólo faltan veinticinco años para el 2000. Todo se habrá compuesto cuando llegue. Vendrán tiempos mejores. No hay problema.»

Que los muertos entierren a sus muertos en grandes fosas comunes. Quién entre los vivos se cubrirá de cenizas por las víctimas del crimen cotidiano, o no podrá vivir en paz mientras exista un ser al que torturan. Somos legión y somos prescindibles, desechables, inmemorables. Nos hemos vuelto comparsas de un melodrama en que, bajo el nombre de noticias, el mundo se ofrece como espectáculo a sí mismo. Hasta ahora nadie nos ha llamado a escena: somos espectadores y sobrevivientes. Pero ¿por cuánto tiempo?

 

 

José Emilio Pacheco. Desde entonces, 1975-1978. En Islas a la deriva. Poesía III (1973-1978). Visor, 2011.

Imagen: Cayetano Ferrández. "el nuevo orden" serie el hombre gris, 2016.

No hay comentarios:

Publicar un comentario