La vida de los hombres que trabajan es por completo precaria: no están seguros de satisfacer ni las más apremiantes necesidades.
Al mismo tiempo, la vida de la clase a la cual pertenezco se vuelve cada vez más lujosa. Los afortunados, entre quienes me cuento, han llegado a un grado de prosperidad y de abundancia que antiguamente sólo era posible en los cuentos de hadas en los que se habla del poseedor de una alforja cuyo contenido es inagotable.
En semejante estado, el hombre rico no sólo se exime de la ley del trabajo, sino que tiene la posibilidad de gozar de todos los bienes de la tierra y de transmitir a sus hijos, o a quienquiera que él decida, su alforja sin fondo. Los productos del trabajo pasan con rapidez de manos de los obreros a manos de las gentes ociosas. La pirámide del edificio social se reconstruye de modo que sus cimientos se desmontan con celeridad y pasan a convertirse en el vértice.
Veo que en nuestra sociedad sucede lo que podría ocurrir en un hormiguero en el que ciertas hormigas, habiendo perdido el instinto de la vida en común, comenzasen a transportar hacia arriba los productos acumulados abajo y obligasen a las demás a luchar las unas contra las otras para mudarse de la base a la cúspide.
Lev Tolstói. Mi viaje al otro lado de la realidad. Prefacio de Émile Zola. Traducción: Antonio García. Errata naturae, 2023.
Imagen: Iliá Repin. Encuentro del ángel con el zapatero Semión, ilustración para el relato de Tolstói “De qué vive la gente”, 1881.
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