Diógenes, buen cínico, filósofo,
Está ahí como asceta pordiosero,
Frente a la sociedad establecida,
Muy agresivo, libre, solitario
Como si fuese impertinente hippy.
Le acusaron –Eres un ignorante.
¿Y a la vez un filósofo?
–Ser un sabio en conducta, ¿no es ya filosofía?
Le preguntan: –¿Qué es lo mejor del mundo?
Sin sombra de conflicto respondió:
–Libertad de lenguaje.
–¿Y cuál es el valor máximo de la vida?
–La esperanza, las esperanzas nuestras.
El arte de vivir es muy difícil.
–Necesita ejercicios
Al modo de los músicos y atletas.
Diógenes se reía
De saberes científicos, les lanzaba sus retos.
¿Y a tanto se atrevía, tan cercano Platón
Y viviente Aristóteles?
Heracles, su maestro, dios entonces,
Decidía: libertad ante todo.
Exclamó nuestro héroe
Contemplando preludios de gran fiesta.
–Si eres hombre ¿no sientes
Que es fiesta cada día?
Diógenes, en su época de esclavo,
Se opuso a quien quería rescatarle.
–Leones nunca esclavos de sus guardas.
Los guardas son esclavos de sus fieras.
Diógenes muere. Dice un epitafio:
Ha volado a la estrella del León.
“Antología palatina.” Otro epitafio:
Dijo a Caronte:
Llévame a la otra orilla de la Estigia.
Yo he despojado toda vida humana
De su soberbia.
Pan, alforja, sayal, bastón y copa.
Diógenes sobrepasa a su figura.
Jorge Guillén. Final. Edición de Antonio Piedra. Castalia, 1987.
Imagen: Jacob Jordaens. Diógenes en busca de un hombre honesto, c. 1642.
No hay comentarios:
Publicar un comentario