Si yo te digo que mi alma tiene patas de puerco con ojos
de perdiz
y que tus tristes pantalones de golf los vi hace tres
noches llorando de rama en rama,
me creerías un ángel con carita de liebre,
un angelito feo, pero bien intencionado.
Harry Langdon ya sabe que para la tos es muy conveniente
el campo.
Si yo te afirmo que mi alma está muy próxima a las
herraduras más lejanas del cielo,
mucho más cerca de los escarabajo y de las hormigas,
si tú me afirmas que tu novio tiene cuerpo de garraspera
y cabecita de estornudo muerto,
en San Francisco de California un padre de la iglesia
dará hoy a luz una hermosa niña.
El corazón de Charles Chaplin ha sido prohibido en todas
las esquinas.
¿Apareció por fin el guardapelos y la materna verruga?
Ya la mayor parte de las pecheras almidonadas y todo un
importantísimo saldo de domésticas blusas
se inflan en los armarios para presenciar esa dulce
ascensión al Paraíso
que sobre poco más o menos va a venir a ser tu boda.
Cuatro Cupidos en camisón te espían.
¿Alguna vez el culito de un pollo te besó, como sin
querer, la boca?
Chester Konclin alquila sus bigotes y vende a plazos su
más provocadora sonrisa,
porque, según parece, se ha extraviado un bisoñé.
Todos los serafines usan su bisoñé para pasear por el
río.
Menos tú,
querubín desfallecido,
querubín muerto de amor por una encantadora cridada
(cuatro esquinitas tiene mi cama),
por una criada encantadora que te hace rezar tres padrenuestros
mucho antes de bañarte.
En un hotel de Londres ha aparecido violado el cadáver de
un ángel.
Adiós,
yo ya sé que eres tú ese cuello difunto que asciende para
siempre en un aeroplano tirado por 6 amores de chocolate.
Rafael Alberti. Yo
era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos, 1929.
Imagen: Maruja Mallo cubierta de algas, 1945.
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