Dos o tres veces por semana se acaba el mundo.
Cuatro o cinco miras con respeto
lo que pudo haber sido
más que un aire apocalíptico y no lo fue.
Pudiste aquella vez no haber nacido.
Y la otra, pudo tu globo terrestre
haber chocado entre dos vasos.
Y esa sorpresa de no haber explotado
no te hace digna ante ti.
Lo que otros ven ante la muerte,
esa pátina de seria dicha
que te desnuda y alza con aura de nobleza,
tú la has querido cada amanecer
y para siempre.
Y aún hoy lo quieres de palabra,
pensamiento y obra a toda hora.
Y he ahí, que esa pátina de seria dicha,
la dignidad,
sólo da frases de mármol
encajadas bellamente, mármol con mármol,
picos de estrellas con picos de estrellas,
cabales a sus hechos.
Las azules palabras del rayo
¡qué directas van al corazón de la alameda!
Tal es su fulgor, la pátina de tan seria dicha.
Tal su brillante acero, cable de soledad
en la vertical belleza de los silos huecos.
Así que ella, la dignidad, me abraza
si da mi despoblado diente con diente,
así que ella parece hacerse amiga en la quimera.
Y ahí si cabes, bien alta en medio del cielo.
Buena ama de ti. Dueña funambulista
de ese hilo sonámbulo que saben tender tus pies;
de la barra de aire que tu pecho agranda.
Pura palabrería. Nada.
¿Y qué hacen mientras tanto el estómago y la matriz?
Mírate hoy que vienes de hacerles caso,
de hacerte pasar por uno de los suyos.
¿De quiénes? De ellos:
El ciego, los clérigos, el escudero, los pintores,
arciprestes, contratistas del circo,
todos pistoleros del ahora.
Oh, Lázaro, Lázaro, cómo conozco la estirpe
de tus noches,
cada uva que robaste salió de ti en sangre
y estos son tus racimos.
Son preguntas de tus amos colgadas de la luna
y a ellas van los silabeos:
¿Dispuesta a una dedicación absoluta?
¿A cambios de horario?
¿A mayores distancias en la altura?
¿A orar antes de subir al dios verdadero?
¿En cualquier credo?
¿Ante un público infantil?
¿Y de adultos?
¿Sabes ya que se acabaron los sueldos extra
y las vacaciones pagadas?
¿Dispuesta, pese a todo?
Y aunque hayan sido más los síes
que los noes resultará en vano tal arrojo.
Y de nuevo habrá más balas
que personas en el mundo.
Nada de aljibes ni de mieses.
Más meses que salarios,
más enfermedad que descanso.
Nada de aljibes ni de mieses.
La dignidad, tan seria en esta cuerda de ayer a hoy,
no atada a ningún mañana,
viene con ganas de reír.
Te da la mano, sigues sus saltos de no a no,
sus cortos pasitos,
sus altos y cosquilleantes guiños,
enredándote en su raíz.
¡Ah, ella y sus borrones
para un cero mayor que el hágase del génesis!
La dignidad, una cerveza con ella
y ¡palabra que te coge por los pies!
Dos, y te abre su despensa verde.
A la tercera, el chasquido cervical
ya es el de la espiga que se yergue.
Está la tarde en alto y en el aire todo encaja.
¡Tanto cielo para una sola palabra! Nada
tan bello como esta ingravidez de remotas alas.
¡Cómo podré ocultar su exagerado precio!
María Ángeles Maeso, Basura
Mundi, Huerga y Fierro, 2008.
Imagen: Edward Weston, 1937.
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