Rosa, voy a dejarte por un
tiempo. No es que te olvide o que rompa contigo, es que tengo una prisa, un
trabajo que hacer. Yo sé que tú eres justa, que te das desde adentro con tu
perfección brillante. Yo sé que sin ti –como también sin la luna y el
crepúsculo y las otras hermanas profundas–, no vale la pena vivir. Pero déjame
un momento ayudar a la lucha de los hombres en esta hora terrible. Hay niños
que serían como tú si no fueran agredidos en su esencia; hay mujeres que
olerían como tus entrañas, que les han sido dañadas, si las salváramos de todos
los inventos económicos. Hay hombres sometidos al hierro de la fábula, que por
eso no te conocen. Hombres, mujeres y niños que no pueden mirarte. Larga sangre
obrera, o inmensa. Por eso hoy te dejo. En el fondo de mí te llevo al combate.
Después te juro, rosa, traértelos vivamente a ti. Entonces volveré, amiga mía,
volveré.
Antidio Cabal. Poética
uno, 1957-1963. En Poesía de uso.
Amargord, 2013.
Imagen: Vincent van Gogh. Naturaleza muerta - novelas francesas y rosa,
1888.
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