Encajó un derechazo,
un largo derechazo
directo a la cabeza,
y se dispuso a devolver el golpe
emprendiendo, en legítima defensa,
el contraataque, pero
no sin haber contado antes
con el consentimiento de la mayoría
representada en asamblea:
rellenó los impresos necesarios,
respetando los márgenes precisos,
guardó cola, esperando
pacientemente un quorum
suficiente…
y, así, tras un proceso racional,
tras un estudio desapasionado,
la cámara reunida le dio su beneplácito
y le estampó su sello amoratado
en la otra mejilla.
concedido
el permiso
democráticamente, el agredido
lanzó tímidamente un puñetazo
al hueco que dejara al ausentarse
tranquilamente el agresor.
(aplausos).
Aníbal Núñez. Fábulas
domésticas, 1972. Obra poética.
Hiperión, 1995.
Imagen: Teun Hocks. Basta,
1989.
Sorprendente vigencia de este "puñetazo al hueco".
ResponderEliminarSalud!
Así nos va, Loam. Salud!
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